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jueves, 14 de abril de 2011

UN LIBRO ES MÁS QUE ESO

   Un ex-director de colegio francés prejubilado me preguntó ayer nada más abrir la librería: ¿por qué no pegáis los precios de los libros en las portadas en lugar de por atrás? Aunque soy consciente de que hay varias respuestas, yo me quedo con la romántica y así se lo hice saber: darían sensación de mercancía, de material, de producto. Un libro es más que eso. Si usted, caminando por la calle, pasa por delante de nuestro escaparate y frena en seco porque algún libro de los expuestos le llama la atención, con toda seguridad se verá forzado a traspasar el umbral de la librería y entrará en la casa de los libros. Se verá envuelto del magnetismo que emanan las paredes tapizadas y las mesas alfombradas de lomos y portadas. Un espectáculo de color semejante a un jardín en primavera o un parque en otoño. Su boca se le secará, tendrá que mojar sus labios, incluso morderlos, como un goloso en una bombonería para reprimir la ola de tentaciones que le sobreviene. Su pecho notará un gorjeo que se convertirá en trino conforme tome contacto visual con los ejemplares que le llamen la atención. Entonces llegará la hora de romper la tensión y, tomando aire, se atreverá a tener un trato más directo con el objeto de su deseo: tocará a su elegido. Primero posará en él las yemas de sus dedos como las patitas de los gorriones en las plazas, tímidamente, a saltitos cortos, para después prensar y acariciar las hechuras del libro. A continuación, llevado de la inercia que da un primer paso, lo sopesará con la palma de su mano y, tanteando el grosor de sus tapas, lo abrirá como quien profana un templo o una tumba, consciente de los misterios insondables que alberga en su seno.

Y me compró el libro sin preguntar el precio.

Javier G. Rey

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