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viernes, 24 de septiembre de 2010

Leer para desaparecer dentro


   Con la salida a las librerías de los gigantes en ventas siempre sucede lo mismo: aparecen las voces discordantes y feroces despellejando -casi siempre sin conocimiento de causa- el título de la temporada. Y encima se pone de moda entre los profesionales del sector, alguno de ellos incluso libreros. A mí Schopenhauer no me da de comer y Rilke tampoco. Por supuesto que debo tener entre mis volúmenes a estos maestros; pero no olvidemos que ser librero, además de una vocación y un sueño es, y en parte no poco importante, una profesión con la que ganarse la vida. La gente no es tan tonta como nos quieren hacer creer -que se lo digan a Planeta con Ruiz Zafón y su precuela "El Juego del Ángel" (no tardaron ni 6 meses en sacarlo de bolsillo). Me han molestado siempre las etiquetas, eufemismos de prejuicios y atajos del pensamiento que ahorran analizar un hecho o una obra. Las generalidades me agotan por lo que tienen de simple y por el tufillo clasista que desprenden. Para bien o para mal nadie tiene derecho a juzgarte por lo que lees. De los libros siempre se saca algo positivo. Leer es una comunicación entre el escritor y el lector. Cada una de estas dos partes tiene la responsabilidad de entenderse. A nadie más le incumbe esta relación. Porque las lecturas están para eso: para desaparecer dentro. Y lo demás son complejos.  A veces se aprende, otras te entretiene, te estimula o te evade. Y si no, pruebas con otro. Será por títulos y variedad de temas. Por haber hay hasta libros para los que no leen (de cocina, de fotos, de motos, de humor, ilustrados, de arte, cómics). De la misma manera que no en cualquier momento te apetece ver una de Woody Allen o zamparte una mariscada, no tiene uno por qué anteponer a Borges, Kafka o Tolstoi en sus lecturas. No sólo de solomillo de buey a la piedra vive el hombre. Hay días que prefieres una Big Mac con patatas.

   Está claro que existen unos cánones y unas normas básicas de ortografía, unos principios de estilo, arquitecturas del lenguaje y andamios varios. El error consiste en equivocar de qué se está hablando. Hay que priorizar: lo primero, ante todo, sobre todas las cosas y más importante es adquirir el hábito de la lectura.

   Somos lo que leemos. Si no leemos, no somos.


   Javier García

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