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sábado, 5 de febrero de 2011

Más raros que un perro verde

A propósito de la biografía de Patricia Highsmith publicada por Circe y firmada por Joan Schenkar, hablaba hace unos días con una clienta de lo raritos que son algunos escritores; más que un perro verde, decíamos, mientras hojeábamos el libro. La gran dama del suspense y madre del talentoso Ripley, por poner un ejemplo, no sólo era misógina, sino que, además, era poco generosa y nada simpática y educada. Lo que se dice, una perita en dulce, vamos. Schenkar nos cuenta que sus últimos años los pasó rodeada de gatos y caracoles (¡!), bebiendo, fumando y escribiendo, que es para lo que vino a este mundo. Lo de escribir, me refiero.

Pero Highsmith no es ni mucho menos un caso aislado. Les recomiendo un delicioso libro titulado ESCRIBIR ES UN TIC, de Francesco Piccolo (editado por Ariel), con el que disfrutarán de los métodos y manías de los escritores (y de paso de unas maravillosas ilustraciones salidas de la mano de Anthony Garner) A través de sus páginas descubrirán que Thomas Mann reunía todas las noches a su familia para leerles lo que había escrito durante el día; imagen romántica si la comparamos con la obsesión de Mark Twain por llevar la cuenta de las palabras que escribía en una jornada de trabajo. Se enterarán también de las supersticiones de los escritores: desde la archiconocida de Isabel Allende, que comienza a escribir una novela nueva única y exclusivamente los 8 de enero, hasta la de Hemingway que utilizaba como amuleto una castaña de Indias y una pata de conejo. Y una larga lista de excentricidades: bolígrafos y libretas especiales, ventanas frente a las que escribir, café o güisqui -más de esto último-, disciplina interior...

Leyendo sobre las manías de los escritores una se pregunta si es que lo excéntrico lleva a la genialidad o todo lo contrario: no existe ese don cuando se es vulgar, normal, corriente. En fin, con su permiso voy a comprarme unos cuantos kilos de caracoles: a ver si rodeada de ellos, la inspiración llama a mi puerta.


Rosa María García

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