Buscar este blog

martes, 3 de mayo de 2011

ESCRIBUJAR = JUGAR A ESCRIBIR (I): La cama de mis desvelos

Durante mi infancia mis padres eran tan pobres que lo único que tenían en abundancia eran hijos: ocho para ser exactos. Ninguno de nosotros entendía por qué llegamos a ser tantos si luego no había carne para todos; pero esa es otra historia.
En casa todo era escaso y por eso sólo disponíamos de dos camas en las que nos dividíamos de cuatro en cuatro. Mis padres dormían sobre mantas junto a la lumbre a la espera de encontrar un tercer colchón.
A mí me tocó la cama de los mayores, justo en la que ya no se jugaba. Yo hubiera preferido aguantar a los pequeños, aunque mojaran las sábanas, antes que soportar a Antonio, el primogénito, soñando con la vecina de enfrente y tocándose cuando nos creía dormidos. O a las gemelas, unas beatas remilgadas, que evitaban cualquier roce a patadas.
Me pasé la infancia llorando por las noches, descoyuntándome la espalda en posturas imposibles y deseando ir a la otra cama. Eso marcó mi carácter y desde entonces vivo, cómo decirlo, desubicado, como de paso por cualquier situación. Y solo, pues no hay mujer que soporte esta manía mía de dormir en el suelo hasta que encuentre la cama perfecta. Llevo compradas cuarenta y tres, porque ninguna me convence.

Rosa María García


No hay comentarios:

Publicar un comentario